La Madre Luisa en Acción Católica


La Madre Luisa trabajó para J.A.C. desde antes de 1938 hasta 1955.
Fundó en Nerva las benjaminas y las aspirantes de de AC., donde daba charlas de catecismo en los barrios de Nerva.
En 1939 fue nombrada secretaria comarcal de ACJ de Nerva..
En 1941, ya como delegada de la Cuenca Minera , daba charlas por las
parroquias de todos los pueblos y por otros de la Archidiócesis de Sevilla. 
Allí  trabó íntima amistad con directivas de A.C. tales como Ignacia Lasso
de la Vega (Marquesa de los Ríos), María del Valle Martin-Prat, Concha Serrano y María Abaurrea Álvarez-Osorio, entonces presidenta de la AC Femenina de Sevilla

La Madre Luisa, Delegada Comarcal de A.C. de la Cuenca Minera, con María Abaurrea, Presidenta de la Juventud Femenina de Acción Católica de Sevilla

Escritos de la Sierva de Dios para sus discursos de A.C.


Subimos aquí alguno de los escritos que la Madre Luisa preparaba para sus discursos de Acción Católica

Escrito transcrito de la Sierva de Dios para sus discursos de Acción Católica sobre la formación de Catequistas. 

Ponencia sobre “formación de Catequistas”

Según el Congreso Catequético de Piacenza, la salvación de la Iglesia
no está en los Catecismos, sino en los Catecismos bien organizados. Por lo
cual, sabida y comprobada por la autoridad competente, la obligación,
necesidad, excelencia y frutos de la Catequesis, debemos tratar en primer
término de la organización, ya que de ella depende en gran manera –por no
decir en su totalidad– el fruto que se haya de conseguir.
Pero como para la organización de un Catecismo, se necesitan, ante
todo, Catequistas y niños, trataremos en esta ponencia de los Catequistas,
considerándolos unas veces como elementos ajenos a la organización –en
cuanto a su formación– y otras veces como elementos anejos a dicha
organización, por cuanto es el primero y principal que necesita para
conseguirla.

Los Catequistas o son eclesiásticos o seglares; ambos pueden ser
religiosos, conforme a la clasificación que de las personas hace el Código
Canónico. Los sacerdotes, unos por justicia y otros por el carácter sacerdotal
y mandato recibido el día de la ordenación, deben, bajo obligación, en lo
posible, dedicarse a este ministerio. Los seglares, unos están obligados por
la responsabilidad de su cargo y otros son impelidos solamente por la
caridad. 

Todos en mayor o menor grado, necesitan ciertas cualidades que
pueden ser morales, intelectuales y pedagógicas. Mas ¿cómo podrán adquirir
esas cualidades, cómo han de cultivarlas? He aquí precisamente el fin de 
nuestra ponencia: Todas estas cualidades y muchas más que le son anejas,
habrá de conseguirlas el Catequista mediante una buena formación, de la cual
depende el éxito de la instrucción y educación religiosa; como suele decirse,
la escuela es el maestro. Mas trataremos aquí de los Catequistas seglares, mejor, de las
catequistas, es decir, de la formación que a sus catequistas debe dar la A.C.
fuente de la cual deben partir los mejores regatillos para fertilizar la inmensa
mies que aún carece de operarios.

Triple es la formación, en armonía con las tres clases de cualidades,
que ha de tener el Catequista. Necesita buena formación espiritual, doctrinal
y pedagógica. Para el apostolado de la Catequesis es necesaria una vida intensa de
piedad; pero una piedad sincera y sólida; no fingida, no superficial, de mera
impresión o sentimentalismo; ni piedad rutinaria, de fórmulas y prácticas
exteriores sin conocimiento ni amor. Aquella frase del Apóstol “La piedad
es útil para todo”, se puede aplicar especialmente a las Catequesis. La piedad
verdadera que es reverencia, afición y gusto por las cosas de Dios, nace de
una fe viva y se manifiesta espontáneamente; en todas ocasiones, cuando
reza y cuando habla, cuando enseña la doctrina y cuando practica cualquier
devoción, el catequista piadoso parece que despide celestial perfume, que
como Moisés, cuando bajó del monte de conversar con Dios, se halla
circundado por la aureola de la proximidad divina. Sin piedad no puede haber
catequista, para la enseñanza, para la asistencia y hasta para la disciplina,
hace falta el fervor.

Y es que la religión no se puede enseñar fríamente como la geografía
o la gramática; por eso Rigles pone la aridez entre los pecados capitales
contra la catequesis. Comuniones frecuentes, días de retiro, Ejercicios
espirituales, visitas al Santísimo Sacramento, meditación y un buen director
espiritual, suelen ser los medios de conservar y acrecentar ese fuego sagrado,
sin el cual no hay celo, ni generosidad, ni amor al sacrificio, ni constancia.
La formación doctrinal y pedagógica puede adquirirse oralmente y por
medio de revistas y libros. Me parece magnífica le idea de Riesco de
establecer Círculos de estudio para las catequistas; pero esto en el caso de
que no pertenezcan a las J.1 pues en ellas tenemos los sagrados (.....), a mi
entender, más que suficiente para la formación de las catequistas, siempre
que su asistencia a ellos sea constante, debiendo entender la catequista que
como tal y como afiliada tiene un doble deber de asistir a los Círculos. En
ellos debe explicarse, con frecuencia, la asignatura de Religión, adaptándose
a la edad y capacidad de las circulistas.

Ahora bien sería ideal que a más de esta formación remota de los
Círculos, tuvieran las catequistas una preparación próxima, que muy bien
podría proporcionársele de la manera siguiente: En cada Centro, el Director
o en su defecto la Directora o Delegada de la Catequesis, un poco antes de
empezar el Catecismo, reuniese a todas las Catequistas y les explicase la
lección que luego ellas deberán explicar a los niños, después de lo cual sería
conveniente que ante el Sagrario repasen ellas la lección que les fue
explicada. De este modo, todos los coros marcharían al unísono, se facilitaría
mucho la enseñanza de la Doctrina, y se podría sobre todo, pasar un poco
más la mano en la elección de catequistas, ya que de este modo no necesitan
tan profunda preparación remota, puesto que poco a poco van recibiendo la
savia necesaria, y se van formando paulatinamente.

Para completar su formación, pueden valerse de algunos libros, por
ejemplo el Catecismo Explicado de Mazo, manuales de Poey y Perardi
lecciones didácticas, como las hojas Catequísticas de Manjón, etc...
Para estimular a las catequistas conviene hacerles saber las
indulgencias con que S.S Pio XI en 12 de marzo de 1930, concedió a quienes
enseñasen o aprendiesen el Catecismo en la siguiente forma: Indulgencia
plenaria que pudiesen ganar dos veces al mes, en los días que eligieren (con
las condiciones ordinarias) a todos los que durante el mes dediquen, dos
veces veinte minutos, como mínimo, a enseñar o aprender la D. C. Parcial
de 100 días, por cada vez que la enseñasen o aprendieren durante dichos
veinte minutos a lo menos.

Nerva